Diálogo de doctrina christiana
Datos Generales
Tratado sobre la doctrina cristiana, que refleja la situación religiosa de Europa en el siglo XVI.
Título del libro: | Diálogo de doctrina christiana |
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Título original del libro: | |
Autor Original: | Juan Luis Vives |
Introducción y estudio preliminar: | Francisco Calero Calero y Marco Antonio Coronel Ramos |
Traducción: | |
Editorial: | Universidad Nacional de Educación a Distancia-Biblioteca de Autores Cristianos |
Plaza de Edicion: | Madrid |
Año: | 2009 |
ISBN: | 978-84-362-5868-4 |
Páginas: | 672 |
Precios: | Formato papel: 17.10 € Formato electrónico: 7.35 € |
Ficha Catalográfica
Diálogo de doctrina christiana fue impreso en Alcalá de Henares por Miguel de Eguía en 1529. El único ejemplar conocido que ha llegado hasta nosotros fue localizado en la Biblioteca Nacional de Lisboa por el hispanista Marcel Bataillon en 1925, que lo editó en facsímil, en una reedición de 1981, atribuyó su autoría a Juan de Valdés (1509-1541). El hecho de su carácter anónimo originario era relativamente frecuente para sortear la censura inquisitorial y se debe a su contenido erasmista; de hecho, esta obra fue incluida en el Índice de 1551. Los Profesores Calero y Coronel consideran, sin embargo, que Juan Luis Vives bien pudo ser su autor por su alto valor literario y contenido religioso.
Juan Luis Vives March nació en Valencia el 6 de marzo de 1492, en el seno de una familia de mercaderes de paños, conversos del judaísmo. Huyendo de los posibles problemas que le podía acarrear esta condición, tras finalizar los estudios secundarios, en 1509 marchó a estudiar a París para cursar artes liberales. Pronto rechazó la orientación marcadamente dialéctica y las disputas de escuela de esta Universidad y se adhirió a las nuevas doctrinas del humanismo.
Hacia 1514 se trasladó a Lovaina donde, en 1517, es elegido preceptor de Guillermo de Croy, futuro arzobispo de Toledo y cardenal primado de España. Durante su estancia en Lovaina desarrolló sus relaciones con otros humanistas del momento: Erasmo de Róterdam, Guillaume Budé y Juan de Vergara.
En 1523 se trasladó a Inglaterra para ocupar la cátedra de retórica en el Corpus Christi College de Oxford y es nombrado consejero de los reyes Enrique VIII y Catalina de Aragón y tutor de su hija María. El proceso de divorcio regio lo alejó definitivamente de este país, aunque permaneció unido por la amistad a Tomás Moro.
En 1528, Vives regresa a los Países Bajos y se instala en Brujas, donde pone de manifiesto sus magníficas dotes de intelectual humanista y cristiano. Son los años de madurez de su producción. Juan Luis Vives murió en la ciudad de Brujas en 1540, a la edad de 48 años, tras una larga y penosa enfermedad.
El valenciano fue un gran erudito e incansable trabajador, consideraba que el saber está al servicio del bien común o público. Su criticismo respecto a la corrupción de las artes liberales en el Medievo tuvo un talante positivo: era necesaria su reforma para alcanzar la sabiduría, que es el mismo Cristo y previamente liberar al alma de las pasiones para hacerla prudente. A diferencia de Erasmo, Vives ocupa un lugar en la historia de la filosofía, de la psicología y de la educación social.
El Diálogo de doctrina christiana tiene como finalidad la explicación de las verdades de la religión cristiana. Es una obra maestra de la dialogística española, tanto por la profundidad de su contenido como por la belleza literaria de su composición. El libro se plantea como un diálogo en el que intervienen tres personajes: Eusebio, Antronio y el arzobispo de Granada, Pedro de Alba.
El libro consta de 672 páginas, repartidas en tres partes con extensión diferente. Mientras que el texto del Diálogo no supera las 200 páginas, el resto es una introducción amplia, extensa, minuciosa y detallada, con una sólida aportación bibliográfica, y cerca de 800 notas a pie de página, donde los autores satisfacen buena parte de las muchas preguntas e interrogantes que sugiere su lectura. Tradicionalmente, según se ha indicado, se ha atribuido a Juan de Valdés y de su lectura inicial se desprende una querencia marcadamente erasmista. Cuestión que se hace patente con el recurso continuado y constante a la concordia y al consenso criticista y racional como modo de enfocar el análisis de temas religiosos. De igual modo, de la lectura introductoria y del análisis del texto se desprende que un trabajo de esta naturaleza difícilmente puede ser atribuido a Valdés. El concienzudo análisis filológico, lingüístico y teológico comparado que realizan los autores pone de manifiesto que estamos ante una obra de Juan Luis Vives. Autor que por motivos muy diversos, aunque comprensibles, quiso ocultar una autoría que Calero y Coronel Ramos demuestran con argumentos abundantes y de difícil refutación. Desde el punto de vista del contenido, la obra es un catecismo dialogado y de su lectura se desprende el discurso propio del humanismo teológico del primer tercio del siglo XVI. Un discurso de búsqueda, dialogante, contemporizador en cierto modo, que parece no haber fijado con solidez el horizonte dogmático y doctrinal y que, sin embargo, lo anhela y lo desea.
No estamos, pues, ante catecismo fácil. Es más, cuando se analiza y se lee con visión postridentina resulta susceptible de ser tachado de erasmista, y dilucidador de buena parte de los avatares y sucesos por los que atravesó la vida de Luis Vives. Los profesores Calero y Coronel Ramos, conscientes de ello, se explayan en explicar todos los porqués de la obra. En el fondo, lo que Vives está planteando es su visión sobre la imagen doctrinal y humanista de una parte importante de la Europa del primer tercio del siglo XVI. Vives es fiel a su conciencia, se muestra cristiano ortodoxo; pero, consciente del peligro de ruptura, da la sensación que pacta con los protestantes una doctrina de mínimos, reduciendo los sacramentos fundamentalmente a dos: eucaristía y bautismo. No es que niegue los otros, sencillamente se ciñe y en cierto modo parece plegarse a lo que demandaban sacramentalmente los luteranos. Incluso, el modelo de la Virgen María, como medianera de todas las gracias, es susceptible de revisión y replanteamiento. Para Vives, María es la madre de Cristo, pero sobre todo es una fiel y humilde cristiana que, viviendo con realismo el mensaje evangélico, quiso resaltar la trascendencia y amor a su Hijo, sin restarle protagonismo alguno, pasando enteramente desapercibida, hasta el punto de no querer tener intervención indirecta o mediadora en la consecución de la gracia divina. Posición que curiosamente contrasta con otras obras de Vives en las que el sabio valenciano se muestra profundamente mariano, reconociendo a la Virgen su carácter mediador.
Estamos, sin lugar a dudas, ante una obra sugerente, pero también dura, llamativa y temáticamente intrigante. Calero y Coronel Ramos rezuman una profunda formación histórica, teológica y filológica. Ambos son conscientes de lo que tienen en sus manos: el aparente intento de consensuar una fe de mínimos entre católicos y protestantes con el propósito de impedir la ruptura de la Iglesia cristiana que se sentía como inminente. Un intento baldío, a tenor de los resultados, que dividió Europa entre católicos y protestantes, marcando uno de los sucesos de mayor trascendencia en la cultura occidental. Suceso que curiosamente intentó evitarse —quizá ingenuamente— con el programa religioso de la obra que tenemos entre manos.
Después de la lectura de la obra, de los acontecimientos religiosos subsiguientes y de la trayectoria vital del propio Vives parecen suscitarse diferentes preguntas que el lector no puede dejar de plantearse. ¿Fue Vives una víctima de su tiempo o incluso un instrumento al servicio del emperador Carlos V? ¿Su Diálogo, como una invitación al acercamiento de los protestantes, no estaba condenado de antemano al fracaso? ¿Por qué Melanchton, fiel defensor de las ideas de Lutero, no aceptó las ideas del Diálogo cuando estábamos ante un cristianismo de mínimos? Las preguntas son muchas y las respuestas, sean las que sean, desembocan en un denominador común: el consenso religioso brindado por Vives no fue posible, sencillamente fracasó. ¿Qué hubiera pasado si se hubieran aceptado sus ideas? No lo sabemos, pero lo cierto es que la situación de esa época no pasaba tanto por la concordia y el consenso planteado por Vives —seguramente con la anuencia de Carlos V— como por otras exigencias que hacían inviable los mejores empeños del escritor valenciano. Por todo lo dicho, sólo resta afirmar que estamos ante una obra digna de ser leída, estudiada y analizada en los tiempos actuales. Su estudio y reflexión contribuirá en buena medida a entender mejor el devenir del cristianismo en Europa.
Bataillon, Marcel, 1895-1977; Valdés, Juan de, ?-1541, co-autor
Diálogo de doctrina cristiana [de] Juan de Valdés, avec une introduction et des notes par Marcel Bataillon, Coimbra : Imprensa da Universidade, 1925
Contém a reprod. fac-similada do ex. da Biblioteca Nacional de Lisboa, Alcalá de Henares : en casa de Miguel de Eguia, 1529.
Se puede consultar la versión digital en:
http://id.bnportugal.gov.pt/bib/catbnp/632050
Bataillon, Marcel, Introduction au Diálogo de doctrina cristiana de Juan de Valdés (1529)
Vrin, París, 1981
Diálogo de doctrina cristiana / Juan de Valdés
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 1999
Edición digital basada en la edición de Madrid, Editora Nacional, 1979.